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Prólogo

por Miguel Cantilo

¡Qué circo! - Memoria y presente de medio siglo de rock argentino

Casi inevitablemente ligado a la figura de Mezo Bigarrena se alza la pequeña gran personalidad de su entrañable amigo Pedro Conde, un autor y compositor que atravesó transversalmente el rock, viniendo del canto popular a guitarra pelada, camino hacia la fusión étnica. Afortunadamente, Pedro no corrió una suerte tan dramática como la de su colega y co-autor español y sigue aportando al arte de la canción su singular estilo poético y guitarrístico y su interpretación vocal de exquisito vibrato y correcta afinación. Pedro es un cantautor sobresaliente y cualquiera puede corroborar mi afirmación rastreando su obra, generosamente disponible en su propio sitio de internet. Una de sus aventuras involucró también a Rodolfo García en batería y se llamó La Barraca. Editó un gran disco de rock, Caballo Rojo, a fines de la década del ochenta, entre los espasmos de lo que Spinetta dio en llamar “el infierno inflacionario”, abandonado a la falta de difusión y al consiguiente desajuste de ventas, pero pletórico de ideas músico-literarias de las más sólidas encontradas en nuestro rock. Se diría que, cuanto más problemática es la situación socio-política, los creadores sacan de algún misterioso rincón el combustible necesario para crear, a contrapelo, proyectos memorables. Esta realización y otras, anteriores y posteriores, hacen de Pedro Conde una admirable ficha del rompecabezas de la trova argentina. Su talento abarca al rock entre otras múltiples facetas. Es uno de los fusionistas de quienes tomaremos nota más adelante en este libro. Su inclusión de ritmos folklóricos en seis por ocho y de complejas armonías montadas sobre candombes y milongas lo exponen como uno de los cultores de la búsqueda infatigable de nuevos rumbos para el cancionero popular, de aquellos que sacrifican las prebendas del éxito banal, las remuneraciones del facilismo, en pos de una estética que ayude a superar la abulia reiterativa, la interminable sucesión de copias y plagios encubiertos.

Pedrito Conde, como lo llamamos los que lo queremos, está siempre en la pelea, sintiéndose parte, en sus propias palabras, de una casta de “cantores de por aquí que no facturan ni para el mate, pero tampoco pueden callarse y siguen y siguen y siguen cantando desde adentro de su alma”. Sus textos hablarán de él con más elocuencia que yo:

MIGUEL CANTILO

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